SECCIONES

... Y TODO RECTO HASTA EL AMANECER

Si sabes lo que significa, no te digo nada más, nos vemos allí y lucharemos con los piratas, las fieras y los indios, danzaremos con las hadas y comeremos pasteles imaginarios con los niños perdidos. Si aun así no lo sabes... quizás perdiste un algo dentro tuyo que te impide ver las cosas sencillas e importantes que hay a tu alrededor... búscalo y empezarás a ser feliz.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Montseny, brumas, duendes y bolets

Mi tío tenía un bonito trabajo, se dedicaba a limpiar bosques, concretamente por la zona del Montseny. Vivía justo a sus faldas, en Sant Celoni y se conocía los senderos, los caminos y los mejores sitios donde podías encontrar bolets.

La primera vez que el papa me llevó al Montseny, yo tendría unos 6 años, lo escuché quedar por teléfono y me dijo que iban a buscar setas. Le debí insistir mucho o le haría gracia mi interés, el caso es que me dijo que si era capaz de levantarme a las 4 de la mañana me llevaba. Y si, me llamó y me llevó con el.

La cara de los hombres que allí había esperando a mi padre, al verle aparecer conmigo, debió ser un poema. Mi memoria no las recuerda, pero si los comentarios

- ¿Pero a quien traes?¿no ves que no va a aguantar la caminata ni va a poder entrar por dónde iremos? va a ser un impedimento.

Y mi padre dijo que descuidaran, que yo los seguiría sin problemas y que ya me echaría al hombro si era necesario.

Aquel día fue uno de los momentos más bonitos que recuerdo de mi primera decena de vida, era la primera vez que entraba en un bosque, que veía la bruma, las hojas secas que acolchaban los pasos, las copas de las encinas y los pinos que amortiguaban los sonidos, la humedad que se palpaba en el ambiente y aquella sensación de que todo es mágico e irreal y que si, que los bosques están llenos de casitas para duendes y gnomos... marrón, verde oscuro, partículas de agua flotando en el aire, la luz cambiante del amanecer, voces que se pierden y se acallan como por arte de magía, el papa ayudándome a saltar un tronco, madroños y setas, concretamente, aquel día, Rossinyols.

Al terminar fuimos a almorzar y aquellos señores me felicitaron por lo bien que lo había hecho y me aceptaron ya los siguientes años. Cada otoño el papa y yo íbamos con el yayo y los titos una mañana antes del amanecer hacia el Montseny, algún otro día se venían la mama y mi hermana, pero ya no era ni tan temprano ni a los mismos sitios, porque esas mañanas eran nuestras, porque era como un vínculo entre él y yo, algo que podíamos hacer los dos.

Otoño para mi son los colores del Montseny, el rojizo y el marrón, el verde oscuro de las encinas, las castañas en sus erizos, los madroños, los bolets, el vaho saliendo de la boca al respirar, el sudor bajo la camiseta térmica, el frío en la cara y un duendecillo que me espiaba detrás de una zarza y que me la enredaba en la manga o en el pelo justo cuando yo pasaba, evitando así, que pudiera descubrirlo.

El Montseny es mágico, un juego de palabras en si mismo Mont-seny (monte del buen juicio podría traducirse al castellano) mi montaña preferida, aquella que me enseñó la intensidad de los colores, el respeto hacia lo que me rodeaba y me abrió sus secretos de la mano de mi padre y de la sabiduría de mi tío.



Os enlazo este vídeo que encontré por youtube, a su autor mil gracias por dejar estas imágenes colgadas para que las disfrutemos.

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